Ps.Carolina Villalba

Sitio donde compartir informaciòn, artìculos, trabajos y publicaciones sobre sexologìa.

11/15/2006

Bienvenidos

Estimados Amigos y colegas:

En este espacio encontraràn a seguir artìculos
desde un enfoque multidisciplinario, consultas
y respuestas temàticas, noticias y todo lo relacionado
con esta maravillosa especialidad que es la sexologìa
en todas sus expresiones.
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10/24/2006

Fotos del Congreso Iberamericano de la Academia de Sexologìa 2006


Prof.Andrès Flores Colombino
Dr. Felipe Navarro Cremades (España)
Lic.Ezequiel Lopèz Peralta
Dr.Francisco Cabello Santamerìa (España)
Ponencia del Dr.Flores Colombino

Hemos tenido el agrado de compartir las Jornadas de SASH y el Congreso Iberamericano de la Academia de Sexologìa en la hermosa ciudad de Buenos Aires el pasado 20 y 21 de Octubre.

8/12/2006

Programa de Educaciòn Afectivo Sexual

El sexo en el posinfarto

Dudas y mitos sobre el sexo posinfarto

Fuente: la Nacion.com 06/08/06

"Son muchas las preguntas que la persona se suele hacer después de haber sufrido un infarto en relación con su vida sexual. Pero habitualmente son muy pocas las que se atreve a manifestar al equipo médico que lo atiende -dice el doctor Jorge Tartaglione-. Es necesario despojarse de todos los tabúes o la vergüenza que se puedan tener con referencia a la vida sexual posinfarto, y preguntar." Para el cardiólogo, actual jefe del Servicio de Prevención y Calidad de Vida del hospital Churruca, los interrogantes más frecuentes (y sus respectivas respuestas) son:
¿Puedo volver a tener relaciones sexuales sin problemas?
Los miedos y las ansiedades que con más frecuencia surgen respecto de su vida sexual suelen referirse al esfuerzo físico que las relaciones sexuales requieren, ya que el paciente suele temer que la actividad física suponga un riesgo importante para su corazón. Hay que dejar claro que el esfuerzo cardíaco durante una relación sexual es moderado, lo que en principio no traería ninguna complicación.
¿Cuándo podré volver a tener relaciones?
Es más recomendable reanudar las relaciones sexuales después de un entrenamiento tanto físico como psicológico progresivo. Después de éstos las personas pueden aprender a detectar cuáles son las respuestas físicas de su cuerpo después de un esfuerzo y, desde el punto de vista psicológico, reconocer también cuáles son sus reacciones emocionales nocivas y cómo controlarlas mediante métodos de respiración y relajación.
¿Qué problemas puedo tener durante mis relaciones?
Lo más probable es que no haya ninguno. No obstante existen casos en que ocasionalmente puede aparecer una angina de pecho durante la actividad sexual lo que podría causar ansiedad. Lo más posible es que esto le suceda a aquella persona que también pueda sufrir angina de pecho cuando esté realizando algún otro esfuerzo físico moderado como caminar. Si esto llegara a suceder es conveniente hablarlo con el médico para su control.
¿Puedo llegar a morir durante una relación sexual?
Quizá se llegue a plantear el miedo ante la muerte cardíaca coital. Las posibilidades de que esto suceda son muy remotas, pero sólo con pensarlo se puede llegar a desencadenar un cuadro intenso de depresión y ansiedad que limite mucho la actividad sexual futura. A veces puede ser oportuno realizar una terapia de apoyo en la que el paciente y su pareja puedan reducir el tiempo de adaptación a esta nueva situación vital. Un papel más activo "El papel de la pareja es fundamental para una buena adaptación a la actividad sexual después del infarto -afirma el doctor Tartaglione-. Debe estar informada sobre la enfermedad y acerca de qué tipo de esfuerzo puede realizar su pareja, así como de los sentimientos que pueden ir surgiendo -como irritabilidad, retraimiento, depresión-, para evitar así cualquier tipo de fricción en su trato interpersonal." Para el doctor Tartaglione es aconsejable que la pareja de la persona infartada sea quien adopte un papel más activo durante la relación sexual. "Esto puede ayudar al paciente a superar el miedo y la incertidumbre que puedan llegar a aparecer", concluyó el cardiólogo.
gentileza de http://ar.groups.yahoo.com/group/erotismo_sexualidad/

Cinco prejuicios acerca de la bisexualidad.



Cinco prejuicios acerca de la bisexualidad -
Myriam Brito Domínguez*
Fuente: Cimac México, DF 13/04/06

La bisexualidad es una orientación sexual, como la heterosexualidad y la homosexualidad, no es una enfermedad, ni una desviación, tampoco es un desafortunado desacomodo de la psique o una locura doble.

Lejos de ello, la bisexualidad se caracteriza porque el deseo o la atracción sexual contemplan a mujeres y hombres. Así, las personas con una orientación bisexual somos quienes tienen sentimientos amorosos, eróticos, afectos, fantasías, vínculos y/o experiencias con mujeres y hombres, y/o nos identificamos como bisexuales. Sin embargo, sobre la bisexualidad pesan muchos prejuicios que vale la pena comenzar a cuestionar.

Primer prejuicio: a las y los bisexuales nos gustan mujeres y hombres por igual y con la misma intensidad, “todas las mujeres y todos los hombres”, por ello somos “hipersexuales”, “le tiramos a todo lo que se mueva”, o como dice un querido amigo, “conformamos el voluntariado sexual”.

Falso, la bisexualidad no atrofia ni anula nuestra capacidad de elección, ni nuestra voluntad, podemos elegir con quien relacionarnos y con quien no, por ello no es verdad que nos gusten ni todas las mujeres ni todos los hombres, así como tampoco es cierto que a las lesbianas les gusten todas las mujeres, a los gays todos los hombres, ni a las mujeres heterosexuales todos los hombres o a los hombres heterosexuales todas las mujeres.

Segundo prejuicio: las personas bisexuales somos infieles “por naturaleza”, no podemos establecer relaciones duraderas y menos aún, monogámicas. Falso, la cuestión de la fidelidad y el problema de la infidelidad no están relacionados directamente con la orientación sexo-afectiva, sino con normas sociales. Cualquier persona puede ser fiel o infiel de acuerdo con sus propias decisiones y/o imperativos morales, no es sólo cuestión de quién me gusta o con quién me relaciono, sino también de cómo y bajo que reglas o acuerdos establezco mis relaciones amorosas, afectivas y/o eróticas. El que a las personas con una orientación bisexual nos pueden gustar hombres y mujeres, no implica necesariamente, que nos relacionemos con varias personas al mismo tiempo o que no podamos establecer relaciones duraderas e incluso monogámicas.

Tercer prejuicio: las y los bisexuales somos personas indecisas, con un deseo sexual “ambiguo”, “no sabemos lo que queremos” o “queremos todo” nos dicen, es más, seguramente “somos lesbianas o gays de clóset”. Falso, las personas que nos identificamos como bisexuales, como cualquiera otra, sabemos lo que sentimos y lo queremos, nuestra orientación sexual es clara y no nos impide saber cómo nos asumimos y qué le da sentido a nuestro deseo y a nuestras relaciones amorosas. Si bien es cierto que hay casos en los que cambia la orientación del deseo, no es verdad que esto sea lo común. Más aún, nadie tiene el derecho a decirme cuáles son mis preferencias, gustos o afectos “verdaderos”, ya que, parafraseando el psicoterapeuta David Barrios, la experta en mí, soy yo misma y nadie puede saber más que yo a este respecto.

Cuarto prejuicio: las y los bisexuales necesitamos estar con una mujer y un hombre al mismo tiempo para sentirnos “verdaderamente bisexuales”. Este prejuicio, dicho sea de paso, se relaciona con ciertos estereotipos recurrentes. Generalmente se piensa que bisexual es un hombre masculino y casado que tiene relaciones con otros hombres. Para el caso de las mujeres, se debe decir, que la bisexualidad femenina, como mucho de lo que se asocia con las mujeres, es invisible, cuando se piensa en bisexualidad no suele pensarse que existan mujeres bisexuales y cuando sí se hace, se recurre al estereotipo de dos mujeres que se relacionan con un hombre, pero para el placer de éste.

Es perfectamente posible que algunas personas establezcan este tipo de relaciones, pero también lo es, que muchas otras lo hagan de maneras distintas. Asimismo, es falso que las y los bisexuales “necesitemos” estar con mujer y hombre al mismo tiempo para ser “bisexuales de a de veras”, tal vez habrá quienes lo vivan así, pero ello está lejos de ser una regla, pensarlo de esta forma es aludir y reforzar un estereotipo.

Quinto prejuicio: las y los bisexuales somos lo mismo que lesbianas y gays. Falso, la bisexualidad tiene sus propias particularidades, ya que nuestra identificación sexual se estructura con otros elementos, mientras que la de las lesbianas tiene como referente a las mujeres y la de los gays a los hombres, la nuestra se dirige hacia dos conjuntos humanos, mujeres y hombres, que social y culturalmente han sido construidos y se perciben como distintos, y ello trae consigo diferencias importantes para la conformación de nuestra orientación sexual.

Es cierto que compartimos con lesbianas y gays el tener una orientación distinta a la heterosexual, con todo lo que ello implica, sin embargo, no somos lo mismo (lo cual no significa, hay que decirlo, que no podamos trabajar juntas y juntos o construir proyectos en común).

* Tomado de opcionbi.com
Gentileza de:
http://ar.groups.yahoo.com/group/erotismo_sexualidad/

Arte Eròtico- Por Rosy


Alumna de la Escuela Nacional de Bellas Artes Uruguay.


Sexo y Sentido del Humor


Humor y Sexo.

Por Ps.Carolina Villalba

Antes de hablar de sexo y humor o el humor sobre el sexo, creo que debemos ver algunas definiciones y conceptos.

Por ejemplo que es el humor, como funciona, que es la risa, porque nos reímos, y que es el humorismo y los humoristas.

El buen humor lo podemos definir como un estado de ánimo o cierta disposición de carácter.

Este estado de ánimo lleva a que una persona asocie muchas situaciones o vivencias a cosas agradables en cierto momento.

La persona que tiene buen humor,
disfruta de uno mismo y de las situaciones que vive o imagina , este se tiene cuando uno es capaz de jugar con su propio ser, consigo mismo, con su propio yo.

Si se manejan bien el sentido auto ridículo, y si no se asumen poses o personalidades forzadas, el buen sentido del humor tiene que ver con una buena disposición y actitud distendida frente a la vida en determinadas circunstancias.
( por Ej. Por eso hay personas que rechazan todo tipo de humoradas o bromas, no disfrutan de ellas, esto pasa cuando hay cierta rigidez o miedos al ridículo, a enfrentarse al auto ridículo, cuando se vive como un ataque a sus autoestima lo que genera inseguridad. Problemas de autoestima o stress pueden ser causas, también angustias por conflictos internos.

Enfrentar las situaciones con buen humor es una manera de ganarle a las circunstancias, a tener poder frente a esa situación.
Aunque parezca al contrario, es posicionarse sobre la situación y no subordinado a ella.
Es ser mas flexible, estar abierto a establecer dinámicas con el entorno


Aquí vemos lo importante de tener buen sentido del humor para una relación de pareja, por eso es muy frecuente que en las encuestas donde se estudia que es lo mas valorado en una posible pareja, el buen humor está siempre presente dentro de los mas importantes requerimientos.

Este estado lleva a establecer vínculos no hostiles.
Se crea un ambiente donde es agradable permanecer
Se alivian las tensiones
Se tiene mejor disposición para comunicarse y convivir con el otro
Y en la intimidad todo esto repercute pues prepara un ambiente de apertura de confianza y de disfrute.
Sabemos lo negativo que es para una relación el ambiente hostil, cerrado y poco comunicativo.

Algo muy importante es que si uno comete errores o algo no sale bien, con un buen sentido del humor podemos tomar una actitud positiva frente a esto y aprender mucho mas de la experiencia.

Y la risa
Porque reímos?
Lo hacemos para aliviar una tensión que es provocada cuando sucede algo que nuestra mente no esta preparada.
Lo que pasa es que lo que nos da risa son situaciones totalmente contrarias a lo que nuestro cerebro está acostumbrado y con lo que se siente cómodo.
A nuestra mente le incomodan
Las incongruencias
Lo que no tiene sentido
Los despropósitos
Lo exagerado
Lo que esta fuera de las dimensiones esperadas.: muy alto , muy bajo, etc.

Cuando nos enfrentamos a algo así nuestro cerebro quiere comprender que pasa e intenta ajustarse. Esto le lleva algo de tiempo, no lo logra fácilmente y este tiempo que demore en comprender será lo que dure el chiste o la gracia.
Tiende a ordenarlo, esta necesidad de ajuste causa una especie de cosquilla interna que es lo que detona la risa como alivio de esa tensión que produjo el desajuste.
La risa como una descarga de energía que descarga el cerebro cuando se siente engañado

Como decíamos este engaño no dura mucho enseguida se tiende a ordenar la información. Por eso deben ser cortos los chistes e impactantes.
Y por eso los chistes repetidos por lo general no cusan el mismo efecto.

La risa distiende predispone bien, para los vínculos.
Genera apertura.

Otro concepto importante es el humorismo y el humorista.

No es lo mismo el que hace el humor y el que lo recibe.

El humorismo crea fantasías tomando de la realidad hechos y haciendo enlaces cómicos, juega con las emociones y con la sorpresa.
· El humorista busca satirizar o criticar situaciones de la vida,
· Ponerlas en ridículo busca el impacto
· Busca exagerar situaciones para hacerlas mas notorias
· Busca situaciones típicas para mostrar su lado ridículo o tosco
· Busca también situaciones muy cargadas de prejuicios y miedos para transformarlas en digeribles desde la risa.
· Ridiculizar nuestros miedos siempre funciona.

Por eso es tan frecuente encontrar el humor vinculado a temas de sexo.
El sexo es uno de los temas que acarrean más temores, prejuicios, dudas, falsas creencias, represiones, etc. Así que será ` siempre un buen terreno fértil para el comediante.
Al hacer humor con el sexo se busca desactivar las resistencias del publico, habilitándolos de alguna manera da reírse de si mismo ya que esto suele suceder cuando uno puede encontrarse en situaciones típicas ridiculizadas o exageradas que ha vivido o imaginado.
También descarga tensiones ya que al compartir la risa sobre un tema puede generar la idea de que se comparte ese posible temor o situación ridícula.

Por eso tiene tanto éxito el humor sobre el sexo.

Por eso:
· El buen sentido del humor nos ayuda generalmente:

· Liberarnos de nuestros miedos o preocupaciones
· Estimula las fantasías y ayuda a superar situaciones difíciles
· El humor favorece un ambiente relajado y agradable
· Dispone bien para comunicarse con el otro
· Porque en un ambiente de comedia o humorada el sexo es bien habilitado
· Porque a través de una humorada también es posible informar y educar de una manera efectiva, ya que predispone bien y en apertura al individuo. Es buen momento entonces de llegar a el
· Porque el buen humor permite disfrutar del momento y de nuestras propias emociones, lo que por transitiva favorece el vinculo.

Fuentes: /www.monografias.com Laura González

Parafilias- Exhibicionismo -Voyerismo


Por Andrés Flores Colombino
PARAFILIAS POR ALTERACIONES EN EL ACTO SEXUAL
1. EXHIBICIONISMO
Es “una parafilia masculina por la que se realizan actos repetidos de exposición de los genitales a un extraño, con el objeto de alcanzar la excitación sexual, sin intentos posteriores de efectuar relaciones sexuales con el mismo. Es necesario que el otro se sorprenda o espante como requisito para la excitación” (20). A veces el individuo se masturba durante la exposición o durante la fantasía de exhibición. Conforma uno de los polos de patologización del erotismo de la mirada. Proviene del latín “exhibere” (enseñar).
Como se trata de una parafilia específica, debe cumplir con dos criterios establecidos por DSM IV (4): “A. Durante un periodo de por lo menos 6 meses, fantasías recurrentes y altamente excitantes, impulsos sexuales o comportamientos que implican la exposición de los propios genitales a un extraño que no lo espera. B. Estas conductas provocan malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del sujeto”.
La erotización de la mirada es un hecho normal, pero cuando la mirada de los otros sobre ciertas partes de nuestro cuerpo como los genitales, es fuente de placer único, sobre todo si provoca espanto y sorpresa, estamos frente a una patología o parafilia, llamada exhibicionismo. La intención de sorprender a veces es consciente, a veces no. Es una desviación del acto, ya que no se busca agredir de otra forma a la persona o las personas víctimas de la exhibición. El acto sexual es la exhibición.
Lo común es que el individuo, se masturbe después del episodio, con la fantasía de que la o las personas sorprendidas se excitaron sexualmente con su pene, o simplemente recordando el espanto que provocaron. Es decir, el exhibicionista necesita siempre de espectadores que se asusten. Si las personas no se asustan, el episodio fracasa en su eficacia excitatoria. Por eso, el exhibicionista realiza el acto frente a niñas que nunca vieron un pene, pues con una mujer mayor o con experiencia, el asombro puede no provocarse, o más bien puede provocar risa o burla, lo que frustra gravemente al exhibicionista. Es común que cambie de barrio o lugar de actuación, para no ser atrapado.
La motivación psicológica, según el psicoanálisis, radica en que el paciente padece de una angustia de castración, tiene dudas con respecto a su pene, su tamaño y utilidad. Al exponer su pene, busca inconscientemente dos cosas: Primero, que le reafirmen que tiene pene, pues reaccionan frente a su vista. Segundo, que su pene atemoriza a la persona, con lo cual él ya no tendrá miedo. Pueden haber otras motivaciones inconscientes, como: “Te muestro lo que quiero que tú me muestres a mí”. Como las personas sorprendidas suelen ser mujeres, podría suponerse que buscan que ellas también muestren sus genitales, pero se afirma que lo que buscan los exhibicionistas es que ellas también muestren un pene, al igual que lo fantasean los transvestistas.
La erotización de la mirada está en la mirada de los otros, no en la del exhibicionista. Puede creerse que éste desearía encontrarse con un voyeurista que goce mirándolo, pero no es así, como ya vimos.
El cuadro comienza generalmente en la infancia, se manifiesta antes de los 18 años, aunque puede empezar a cualquier edad, no se ven casos de denuncia más allá de los 40, por lo que se estima que el cuadro disminuye su intensidad con los años (4). No debe confundirse con el individuo a quien le gusta desnudarse frente a una pareja que consiente, o al bañista que porta un minúsculo slip de baño o tanga, en que los genitales se notan con claridad. No se trata de una parafilia, aunque sí de una conducta exhibicionista normal, que puede ser de mal gusto para algunos y divertido para otros.
El acto exhibicionista, por el escándalo que provoca, es un atentado contra la moral y las buenas costumbres, y por tanto, es un acto delictivo: es un delito sexual de ultraje público al pudor.
El exhibicionismo como parafilia no existe en la mujer. Pero la exhibición de partes no genitales del cuerpo es más común en la mujer que en varón. Rodrigues y Furlaneto (48) estudiaron 106 mujeres en Sao Paulo, de entre 19 y 52 años, una media de 25 años, y sólo un 6 % podría clasificarse como exhibicionista, mientras el 48 % sentía placer sexual al exhibir sus genitales y el 43 % sentía excitación sexual al hacerlo, y las encuestadas opinaban que el 66 % de las personas frente a quien se exhibían sentía placer y un 26 % se excitaba. Cuando mostraban otras partes del cuerpo, sentían placer el 45 % y excitación sexual el 37 %. Ninguna de ellas fue denunciada por Atentado público al pudor, y aunque los autores no lo dicen, es la norma. Es el varón exhibicionista aunque sea con el pene fláccido, que suele ser denunciado con irritación por las víctimas o sus padres. La mujer posee mayor capacidad de atracción exponiendo todo el cuerpo, pues teme ser fea o ridícula, y a su vez, trata de fascinar mágicamente a los espectadores para obtener lo que desea. En los pocos casos en que la mujer muestra una franca tendencia a exhibir sus genitales, el psicoanálisis aduce varias explicaciones: también expresaría la envidia del pene, equivalente al temor a la castración masculina, pues al exhibirse castrada pretende castrar al espectador, mágicamente, pero al mismo tiempo, posee la ilusión de tener un pene. Suele tener preferencia por el cunnilingus, donde se da la oportunidad de mostrar a su pareja, por largo rato, sus genitales. Por último, al ostentar su encanto y belleza femenina, hacen caer a los hombres en la admiración y sometimiento de dependencia frente a lo que antes despreciaron.
Tengamos en cuenta que el exhibicionismo, como las demás parafilias, es una expresión inmadura y narcisista de la sexualidad, que poco tiene que ver con el otro, más que como objetos de uso o cosificación para sus satisfacciones no genitales. El exhibicionista tiene dificultades para amar, para cortejar adecuadamente, para formar pareja. El trastorno es básicamente masculino, y quien lo sufre padece además de un deterioro significativo en su vida. París (40) dice que el exhibicionista no puede pasar al acto y se conforma con mostrarse. Que hay un monto sádico-agresivo porque pretende asustar, masoquista porque se expone a ser castigado.
Palem (39) dice que “el exhibicionista es, esencialmente, un inadaptado social. Ignora las técnicas de seducción, es tímido, vive alejado de las mujeres, no pide nada a la mujer pues teme ser rechazado. No sabe bailar, cortejar, convencer, no usa el verbo como el humano, usa la exhibición como los animales. Es una muestra patética de la hipocresía de una sociedad represiva”.
2. VOYEURISMO
Es una parafilia específica, complementaria del exhibicionismo, provocada por la erotización patológica de la mirada del paciente. El nombre proviene de un galicismo o barbarismo: ”voyeur” (veedor). Los criterios que el DSM IV (4) exige para el diagnóstico son: “A. Durante un periodo de la menos 6 meses, fantasías sexuales recurrentes y altamente excitantes, impulsos sexuales o comportamientos que implican el hecho de observar a personas desnudas, desnudándose o que se encuentran en plena actividad sexual. B. Estas conductas provocan malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la vida del paciente.” El DSM III (3) agregaba que “este tipo de observación es el método repetidamente preferido o exclusivo para conseguir la excitación sexual”. También forma parte del diagnóstico que la persona no busca establecer ningún tipo de relación sexual con la persona observada, aunque puede tener una fantasía que mantiene un contacto sexual con la misma. Los sinónimos del voyeurismo son: inspeccionismo, mironismo (de mirón), visionismo, escoptofilia, atisbamiento.
Lo característico del voyeurista es que se oculta para observar, espía, atisba. Las personas a quienes mira suelen ser desconocidas, o por lo menos no están informadas de que alguien les está mirando, es decir, no consienten que se las mire. Por tanto, no es voyeurismo mirar a una persona que se desviste en la playa, o a la esposa en el momento de desvestirse y menos si lo hace como acto de provocación erótica explícita: si se observa a un ser amado desnudándose y se siente placer, ello es normal. A todos los gusta mirar como forma de comunicación sexual, pues la mirada es el sentido más poderoso en el lenguaje del cortejo a distancia. Tampoco es voyeurismo el mirar material pornográfico para incrementar el deseo sexual, como acto preparatorio de la actividad sexual. El voyeur –dice París (40)- sustituye la acción por la mirada. Cita a Henry Ey, quien dice que “el voyeurista realiza el más breve de los coitos: el coito visual.”
El trastorno empieza en la infancia, se instala antes de los 15 años de edad y su curso es crónico. En su forma más grave, mirar o balconear como espectador la vida sexual de los demás es su única forma de actividad sexual. Los voyeuristas compran potentes catalejos para espiar la vida íntima de sus vecinos de enfrente, modifican sus horarios para poder estar a la hora en que la vecina se acuesta, se cambia de ropa o hace el amor con su pareja o se desnuda para ir al baño. Hay voyeuristas que alquilan piezas de pensiones antiguas desde donde pueden espiar a través de la cerradura o hendijas hacia la pieza vecina, o efectuado orificios en puertas y hasta paredes. A veces se asocia con el escuchismo, oyendo los ruidos del placer en las piezas vecinas. La recorrida discreta por las “villas cariño” o lugares de la vía pública con poca iluminación, como ramblas o costaneras, parques y plazas, donde las parejas van en automóviles o a pie para acariciarse o hacer el amor, es una práctica habitual. Allí toman toda clase de precauciones para no ser descubiertos mientras mira, pues ello interrumpe su placer y les provoca gran frustración y angustia. Suelen llegar al orgasmo mientras miran o se masturban después con la evocación de lo visto con fantasías agregadas.
Para el psicoanálisis (19), el voyeurismo posee la misma psicopatología que el exhibicionismo, pero la angustia de castración suele fijarse por haber presenciado la escena primaria o el coito de los padres, o bien, al contemplar los genitales de los adultos. Cuando miran el desnudo o el coito de otros, tratan de asegurarse de que no hay peligro de perder su pene, como castigo por la transgresión, repitiendo en calidad de espectador, las escenas temidas. Es decir, repiten la escena traumática con el deseo de ejercer un control sobre él. A veces lo que tienen que mirar posee un carácter específico, determinado por el tipo de situación traumática vivida en la infancia.
Pero el voyeurista no se calma totalmente cuando mira estas escenas, aunque le provoca una gran excitación sexual y, luego o concomitantemente si se da el caso, se masturba con las fantasías o la visión de la realidad que observa. Esto lo lleva a ser insaciable y a incrementar sus experiencias, exponiéndose a ser descubierto o denunciado, tratando de ver más y más, o repitiendo con mayor frecuencia sus incursiones de atisbamiento y espionaje. A veces, desplazan su interés solo a los juegos preliminares del coito o incluso a aspectos pregenitales de la sexualidad. Si utilizan videos pornográficos previo al coito, luego no realizan el coito, pues su sexualidad está saciada con mirar.
Esta parafilia es casi exclusivamente masculina, pero cuando se ve en mujeres, en lugar de curiosear el coito, los actos se desplazan hacia escenas sádicas o destructivas, como disfrutar mirando películas de terror, escenas de catástrofes, accidentes, guerras, operaciones quirúrgicas, escenas de hospital, etcétera.
Como toda parafilia, el voyeurismo, tiene una fuerte estructura narcisística, así que tampoco sus portadores son capaces de amar. Sus fantasías y conductas invaden de tal modo sus vidas, que les dejan poco tiempo para una vida sexual normal, perturban su vida laboral y se sienten incompletos. No obstante ello, como en toda parafilia, no consultan por esta causa, sino que es un hallazgo cuando consultan por una disfunción sexual, trastornos del humor o ansiedad.
3. MASOQUISMO SEXUAL
El masoquismo es una parafilia específica, y constituye uno de los pares parafílicos junto al sadismo sexual de la erotización del dolor. La caracterización de la misma está dada porque el modo preferido o exclusivo de producir excitación sexual es el hecho de ser humillado o atormentado, o de participar intencionalmente de actividades en que se es lesionado físicamente o pone en peligro su vida para sentir placer sexual (20). Hay sustitución del acto sexual coital por otro que produzca dolor.
El DSM IV (4) establece dos criterios para su diagnóstico: “A. Durante un período de al menos 6 meses, fantasías sexuales recurrentes y altamente excitantes, impulsos sexuales o comportamientos que implican el hecho (real, no simulado) de ser humillado, pegado, atado o cualquier otra forma de sufrimiento. B. Estas conductas provocan malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de actividad del individuo”.
La parafilia comienza en la infancia, y se debe a experiencias de violencia vividas en el ámbito familiar, pero se manifiesta en forma de fantasías masturbatorias en la adolescencia y a través de conductas en la edad adulta. Una vez que aparecen las conductas, suelen ser de curso crónico, con periodos de mayor intensidad, vinculados con el estrés o simplemente con el paso del tiempo, aunque puede estabilizarse sin incremento de la frecuencia por años. Otra característica es que tiende a repetirse la misma conducta por años. Cuando ya no se conforma con conductas menores y medianas, el aumento del dolor y la exposición al peligro puede ser mayor, poniendo en riesgo la vida hasta perderla.
Una o dos personas por millón de habitantes y por año, según estadísticas, mueren en Estados, Unidos, Canadá, Australia e Inglaterra, por la práctica masoquista de la hipoxifilia, que consiste en la privación de oxígeno para incrementar el placer sexual, a solas o en pareja, mediante bolsas de plástico en la cabeza, compresión de tórax o nudos en el cuello, generalmente a causa de errores de procedimiento o accidentes.
Pero las conductas masoquistas sexuales son varias: las formas de ser humillado comprenden el ser orinado, defecado, obligado a arrastrarse, a imitar animales, a suplicar, a vestirse con ropa del otro sexo. El ser vendado y encapuchado implica sumisión sensorial. Por algo la tortura comienza con la capucha que despersonaliza al sujeto. Aquí lo que predomina es la humillación verdadera, el sentir la dignidad propia reducida a cero. También puede pedir ser tratado como un niño en el infantilismo, o que le efectúen perforaciones en la piel o los genitales (infibulación). Las fantasías de humillación suelen ser aun más atrevidas y ricas que la realidad: estar en situación de ser torturado con picanas, violado o violada por múltiples personas, castigado con todo tipo de objetos hasta la muerte. Hay una suerte de tanatofilia o afición por la muerte, por parte del masoquista. También se fantasea ser siervo o esclavo al servicio incondicional de amos abusivos, o ser agredidos en un callejón oscuro por una patota que le propina una feroz golpiza o le insulta soezmente, por ejemplo. Cuando se trata de fantasías que no son preparatorias de actos masoquistas, son indispensables para excitarse durante la masturbación o el coito.
Los castigos reales pueden ser producidos por la pareja, con látigos, palos, picanas, cortes, pinchazos y coscorrones o con cualquier objeto, hasta que la lesión mane sangre o simplemente duela lo suficiente. También el masoquista se autocastiga en la flagelación, se pinchan con agujas, se producen descargas eléctricas o se atan con alambres. La inmovilización o restricción de movimientos para que uno se pueda escapar, puede ser de las muñecas y tobillos atados a la cama, con vendajes en los ojos o no, todo lo cual implica sumisión a la pareja, que puede hacer lo que quiera con él, aun matarlo.
Con frecuencia, tienen dificultades para encontrar parejas que consientan practicarle estas conductas agresivas y entonces se autoagreden. Cuando encuentran parejas que les practican actos humillantes o lesivos, lo que es un progreso para sus vidas solitarias y una posibilidad de salir de ese encierro pesadillesco, éstas se horrorizan; pero luego consienten en practicarles pequeños actos que son siempre insuficientes y piden cada vez más. París (40) afirma que “el masoquista sexual se identifica con su verdugo, se siente despreciable y necesita que el otro le castigue, le humille”. Las mujeres que aceptan “con amor y resignación” las humillaciones a que su marido sádico la somete, suelen revelar con ello un masoquismo encubierto. Se registra en los casos de violencia doméstica, en que aquéllas denuncian al marido castigador y luego retiran la denuncia en forma periódica y reiterada. Como todas las parafilias se presenta casi exclusivamente en el sexo masculino, pero con mayor presencia femenina, aunque la relación es de 20 varones por cada mujer masoquista, como ya lo vimos.
Leopoldo Von Sacher Masoch (1836-1895) era un profesor de historia y escritor premiado y famoso, Caballero de la Legión de Honor e hijo del Jefe de Policía de Lemberg, su ciudad natal. Con 10 años de edad, escondido en el ropero de su tía la condesa Zenobia, asistió sin desearlo a un acto sexual de la misma con su amante. Estaba envuelto en un tapado de pieles. El conde sorprende el acto, pero lejos de amedrentarse, la tía castiga con un látigo al marido. La excitación de Leopoldo es tan intensa que cae entre las pieles y la tía también lo castiga a él, por fisgón. Huye, pero no muy lejos, pues descubre que le fascinan los gritos del conde que sigue siendo golpeado. Por algo, el látigo y las pieles son sus símbolos favoritos. Krafft-Ebing en 1886 toma el nombre de Masoch para designar la erotización del dolor recibido, pues ese año éste publica su libro “Venus con abrigo de pieles”.
La historia de Sacher Masoch agrega otros datos de interés para comprender esta parafilia. Se casó, y como su esposa se negó a flagelarlo, la obligó a presenciar el castigo que le infligía su doncella. Convencida, la esposa pasa a flagelarlo para darle placer, pero no era suficiente: también debía serle infiel. Para ello puso un aviso solicitando un hombre vigoroso dispuesto a mantener relaciones con su esposa, todo un adelantado en la correspondencia de intercambio. Pero su mujer no acepta y lo abandona. La historia finaliza con que Sacher Masoch se casó por segunda vez, esta vez con su secretaria que lo complacía en todo.
El campo de las parafilias suele despertar la curiosidad de los profanos, porque todos rechazamos estas conductas raras y extravagantes. Pronto se descubre el lado siniestro, la soledad y la búsqueda obsesiva del dolor donde debe reinar el placer, aparentemente incompatibles pero indisolublemente unidas en el masoquismo sexual. Se diferencia el masoquismo sexual del masoquismo como rasgo de personalidad. El masoquismo y el sadismo tiene como sinónimo la algolagnia del griego “algos” (dolor) y “lagnia” (atracción patológica).
4. SADISMO SEXUAL
Se trata de una parafilia específica en que hay modificaciones del acto sexual por la erotización del dolor, completando el par sadismo masoquismo, en que el placer obtenido proviene del sufrimiento ajeno. En el DSM III (3) se utilizaban los siguientes criterios para su definición. “Con una pareja que no consiente, el individuo ha infligido repetida e intencionalmente sufrimiento psicológico o físico con objeto de obtener excitación sexual. Con una pareja que sí consiente, el modo repetidamente preferido o exclusivo de obtener excitación sexual combina la humillación o sufrimiento corporal simulado o ligero. Y tratándose también de una pareja que consiente, se le han infligido lesiones corporales que son intensas, permanentes o posiblemente mortales, con el objeto de obtener excitación sexual.”
En el DSM IV (4), el criterio diagnóstico es más explícito y exige dos condiciones. “A. Durante un periodo de al menos 6 meses, fantasías recurrentes y altamente excitantes, impulsos sexuales o comportamientos que implican actos (reales, no simulados) en los que el sufrimiento psicológico o físico (incluyendo la humillación) de la víctima es sexualmente excitante para el individuo. B. Estas conductas provocan malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo”.
Desde luego, hay grados. Desde quien evoca fantasías sádicas durante el acto sexual, en que el sujeto controla totalmente a una víctima aterrorizada por la situación amenazante, pero que no las lleva a cabo en la realidad, pasando por conseguir víctimas que consienten ser agredidas, a someter contra su voluntad a personas para provocarles sufrimiento. Las fantasías pueden ser muy variadas, ya que economizan la realidad, pero a veces los actos cometidos en la realidad son muy complejos y truculentos.
Estos actos o fantasías sádicas pueden ser: inmovilizar físicamente a la víctima, atarla con los ojos vendados a la cama o contra un objeto firme, darle una golpiza, azotarla, pincharla o perforar el cuerpo con objetos punzantes, quemarla con cigarrillos, aplicarle descargas eléctricas, efectuarle cortes, intentos de estrangulación, obligar a la víctima a arrodillarse, a comer excrementos, encerrarla en una jaula y finalmente, el homicidio. La violación con penetraciones anales y vaginales violentas y todos su prolegómenos forman parte de los actos sádicos posibles. Hay casos en que se deben realizar cada uno de estos actos. Otros, se conforman con uno solo de estos actos, por ejemplo, estrangular, sin intentar siquiera violar a la víctima. Basta con verla sufrir, disfrutar su dominio total sobre ella o presenciar su agonía.
Un cierto monto de agresividad forma parte de las actividades sexuales normales, pero en el sadismo sexual esta agresividad es excesiva y responde a otras causas. El psicoanálisis reconoce componentes sadomasoquistas normales en todos los seres humanos, pero su expresión es regulada por la adecuada resolución de los conflictos de la etapa anal-sádica del desarrollo psicosexual, así como la elaboración de las situaciones traumáticas agresivas a los que el niño se vio expuesto. Estas situaciones son fantaseadas con relación al acto sexual de los padres con la violencia, por ejemplo, pues escucha quejas y gritos que interpreta como dolorosos. Por la identificación con sujetos agresivos –como el padre o la madre- o con personas agredidas que desean vengar, como la madre humillada o el padre despreciado o los hermanos castigados, cuando llega a la adolescencia y a la adultez, el individuo adopta conductas sádicas.
Así como el voyeurista suele ser exhibicionista, el sádico suele ser masoquista al mismo tiempo o sucesivamente. París (40) dice que el sádico se identifica con su víctima, suele sentirse culpable de sus actos e inconscientemente tiende a volver su agresividad contra sí mismo. Pero no es frecuente el sentimiento de culpa, pues pueden ser portadores de severos trastornos de la personalidad, con antecedentes infantiles y adolescentes de frialdad y violencia con animales y otros niños, así como con las mujeres. Las parejas sadomasoquistas de manifestación menor, disfrutan viendo películas de violencia sexual o terror, o con la sujeción a la cama, o por el uso de ropas de cuero negro y brillante, que son símbolos de autoritarismo y poder. Se puede asociar con fetichismo.
A falta de estímulos de humillación y violencia, el sádico sexual puede padecer de disfunciones sexuales, pero en sentido contrario, las fantasías sádicas actúan como “gatillo” disparador para provocar la respuesta deseada. No es común que él consulte al médico, aunque sí lo hace su mujer, aterrorizada por las “cosas monstruosas” que le proponen hacerle o han intentado hacerle o incluso le ha practicado contra su voluntad.
Las fantasías sexuales sádicas suelen comenzar en la infancia y los actos comienzan a la edad adulta joven. El curso suele ser estable, pero los periodos de estrés o depresión pueden hacer que se incremente el deseo de avanzar en prácticas cada vez más violentas hasta que la muerte de la pareja lo lleva a la prisión. A veces, los crímenes seriados con o sin descuartizamiento y ocultamiento de los cadáveres, obedecen a etapas peculiares de la vida del sádico, como la muerte de un progenitor, el duelo por una decepción amorosa o cualquier otra experiencia. Los casos famosos de la realidad protagonizados por sádicos, como “Jack el destripador” o versiones noveladas como “American Psycho”, llevan al extremo tragedias que forman parte de la casuística legal y policial de todos los pueblos del mundo. La tanatofilia evidente de los sádicos, hace que cada acto sea una amenaza o una antesala del homicidio. El “scarfing” es la excitación sexual por reminiscencias del goce de muerte por estrangulación que provoca al individuo el observar un pañuelo, echarpe o bufanda alrededor del cuello del otro (9). Los sádicos sexuales son los “niños terribles” de la sexualidad y nadie los quiere, ni como pacientes ni como parejas. Son los “ofensores sexuales” por excelencia.
El nombre de esta parafilia proviene del asignado por Krafft-Ebing, inspirado en la obra del Marqués de Sade o Donatien Alphonse François (1740-1814), noble oficial del ejército y escritor francés quien describió sus actividades, escandalizando a su época y que le costó la cárcel. Educado por el rigor y los castigos físicos, alejado de todo contacto afectivo con sus padres, lo que era común en la época, el “divino” Marqués, se casó antes y después de haber protagonizado reuniones orgiásticas con prostitutas y criadas a las que nunca practicó todo lo que escribió en sus libros. Se sabe que una vez hizo cortes en la piel a una mujer y luego los llenó de cera caliente, y otra vez flageló y proporcionó altas dosis de cantárida a una criada para lograr su excitación, quien casi muere por la diarrea y la intoxicación. Fue denunciado en ambas oportunidades y luego de recorrer varias cárceles francesas, la influencia de la familia de la esposa hizo que terminara en la célebre Bastilla, donde estaba cuando advino la Revolución Francesa. Nunca se rehabilitó socialmente, escribió su frondosa obra en cautiverio y murió a los 74 años en el asilo de alienados de Charenton. Pero su recuerdo como “liberador sexual”, fue reivindicado en este siglo por Camus y Simone de Beauvoir en su carácter de libertino, liberado de la esclavitud, luego librepensador y licencioso, el verdadero iniciador del arte enajenado, del envilecimiento como un acto de conversión e inspiración para escritores como Baudelaire quien escribió a su vez “el placer único y supremo del amor reside en la certidumbre de que se está haciendo el mal”. Dice su biógrafo Hayman (27) que Sade deseó desaparecer en la historia, pero sobrevivió en ella porque “tuvo el valor de llegar tan lejos como le fue posible en una dirección que jamás habría elegido si se le hubiera dado la libertad de escoger, pues la prisión y la sexualidad solitaria fueron su escenario literario, junto a su fecunda y patológica fantasía”.
BIBLIOGRAFIA
* Dr. Andrés Flores Colombino
Médico Psiquiatra, Geriatra Gerontólogo y Sexólogo Clínico
Miembro del Advisory Committee de la World Association for Sexology (WAS)
Presidente de la Federación Latinoamericana de Sociedades de Sexología y Educación Sexual (FLASSES), Fiscal de la Sociedad Uruguaya de Sexología.
Nota del Dr. Adrián Sapetti: este artículo, debido a su extensión, ha sido dividido en partes, las que se irán publicando en meses sucesivos.
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Cuadernos de Sexología Nº 7, 1988
Fuente www.sexovida.com

Complejo Pene pequeño:
Una mirada femenina

por la Dra. Marta Rajtman fuente www.sexovida.com
(Trabajo presentado en el Curso "Actualización en Sexología clínica: diagnóstico y tratamiento”, organizado por la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana -SASH-, Bs. As, noviembre de 2002 y en el Congreso de Psiquiatría, de APSA, Mar del Plata, abril 2003)

Bueno, está claro que me queda bailar con la más fea. Fue ardua la tarea de recolectar algún dato de archivo con relación a este tema, no es mucho lo que se encuentra y de ese poco, absolutamente controversial. De hecho, al depender las opiniones de impresiones personales y subjetivas, las respuestas abarcan todo el espectro posible de variantes.
Entonces, frente a la pregunta ¿El tamaño realmente importa?, ese espectro mencionado va desde: Más grande es mejor a más pequeño es mejor y las más de las veces lo normal es mejor, entendiendo como normal, una medida estándar, intermedia.
Cuando pregunté más detalles, centímetros por ejemplo, pues de hecho, luego de esta convocatoria interrogué a todas las mujeres que pude, la confusión siguió instalada en mí. Las respuestas fueron absolutamente diversas. Entonces arribé a algunas conclusiones teniendo en cuenta el relato y la edad de las mujeres interrogadas.
El tamaño que una mujer desea o prefiere depende a menudo de su situación presente o de la actividad sexual que ella está planeando.
Si está pensando en el coito vaginal por primera vez, probablemente cualquier pene le va parecer grande e intimidatorio, si la mujer esta previendo coito anal, puede tomar su decisión de practicarlo, basada en el tamaño del pene de su compañero. Si ella quiere estimular oralmente a su pareja puede preferir un pene pequeño porque uno grande puede causarle ahogo o dolor en los músculos de la mandíbula.
Podría preguntarse si hay bases físicas para que algunas mujeres prefieran el pene grande, creo que la respuesta es sí. Esto tiene poco o nada que ver con la longitud del pene, pero sí con su circunferencia. Un pene grande es a menudo grueso además de ser largo.
Mientras que los varones pueden enorgullecerse de la longitud de su pene, su grosor probablemente sea de más importancia para la mujer, ya que las terminaciones nerviosas de la vagina son más abundantes en el primer tercio, por ende la estimulación se produce en ese lugar. Es además una cavidad virtual elástica, que se adapta a toda medida o necesidad, y es el clítoris la zona más sensible. Suponiendo que exista el punto G, se localiza dentro de los 4,5 cm. del orificio vaginal. Cuanto más presión se ejerce sobre estas estructuras más agradable puede ser el coito para la mujer. Por otro lado estimular el cuello uterino, con un pene muy largo, puede ser absolutamente molesto y doloroso.
Como resultado del deseo de ser llenadas, que muchas mujeres experimentan durante la excitación sexual, algunas prefieren y disfrutan la sensación de tener algo grande estirando su vagina. Cuanto más grande es el objeto, más llenas y satisfechas se sienten, experimentando orgasmos más intensos.
En algunos casos ni siquiera el más grande de los penes es lo suficientemente grande para cubrir sus necesidades (situación no demasiado frecuente).
De hecho, los negocios de novedades para adultos venden tutores, que vibran o no, de tamaños muy grandes; en el “Atlas de Anatomía Sexual Humana” de Dickinson hay ilustraciones de tutores de gran diámetro. Creo que la simple curiosidad, lleva a las mujeres a buscar objetos más grandes que el pene promedio. Con seguridad, fantaseando la obtención de mayor placer, como también el desafío de probar los límites de su propio cuerpo. La curiosidad las motiva y la promesa de placer, mantiene su atención.
Algunas mujeres prefieren un pene grande por razones psicológicas. Como un hombre con pene grande se ve a menudo como más varonil, la mujer que llama su atención se ve a menudo como más femenina y deseable. Una mujer puede percibir que su posición en la sociedad es mejor si su compañero está bien dotado. Ella puede sentir que ha vencido a sus pares. Además puede encontrar que la visualización de un pene grande es estimulante.
Muchas mujeres se fascinan con los penes, no porque necesariamente quieran uno, sino porque no tienen uno propio. A menudo la fascinación no tiene nada que ver con el tamaño. Algunas disfrutan ver y sentir el pene de su pareja poniéndose erecto en su mano o en su boca.
En algunos casos, madres de bebés y niños pequeños, investigan y exploran el pene de su hijo, ya que no siempre, pueden hacerlo, con el de un adulto. Es frecuente la consulta al especialista, preocupadas por el tamaño teóricamente chico, del pene de sus hijos.
Algunas lesbianas, también están fascinadas por el pene. Pueden no desear que su compañera tenga uno real, pero algunas buscan afuera parejas masculinas, para satisfacer su curiosidad.
Se debe tener siempre presente, que el cerebro, es después de todo, nuestro órgano sexual rector.
Otras mujeres prefieren un pene pequeño. Como ya lo mencioné, un pene grande puede causar que una mujer experimente incomodidad al practicar sexo oral, coito vaginal o anal. La incomodidad física a veces, pesa más que el placer emocional. Algunas, sólo estimularán oralmente el pene de su compañero cuando está fláccido, o en proceso de erección, y si disfrutan del coito anal, pueden preferir uno pequeño, que nos les genere molestia alguna.
En algunos casos, fantasean con perder el tono muscular de su vagina, e imaginan que, la misma se pondrá floja y grande, estirándose, por lo que no eligen compañeros con penes grandes.
Como puede verse, más grande no siempre es mejor.
Están también aquellas mujeres, que argumentan no importarles el tamaño del pene. De hecho, un pene, independientemente de su tamaño, puede estimular correctamente el primer tercio vaginal y el clítoris generando un gran placer.
Todo indica que es el varón el que está más preocupado por el tamaño de su pene, que las mujeres. De hecho la pregunta de rigor es: ¿Cuál es el tamaño del pene ideal, para satisfacer a una mujer? Siendo la respuesta, que no existe tal tamaño, dependerá de la dupla formada por cada pareja y la posibilidad que tengan de hablar sobre los gustos y elecciones de ambos. O sea, se trata de hacer juego.
Hemos escuchado hasta cansarnos que “no es lo que tienes, es lo que haces con eso lo que cuenta”. Sin embargo, el pene, es sinónimo de masculinidad, para muchos varones, creando problemas de competencia, que lesionan su psiquismo frecuentemente, imposibilitándolos a exponerse frente a otros, en baños públicos o vestuarios, al punto de evitar las actividades deportivas, o de convivencia con otros varones.
Los profesionales que somos consultados, por varones, con presuntos penes pequeños, sabemos que de no mediar una enfermedad de La Peyronié, una amputación traumática, un carcinoma epidermoide, o alguna anomalía congénita como por ejemplo un micropene, suele tratarse de dismorfofobias, y algunas personalidades narcisistas, por lo que es casi imprescindible contar con un perfil psicológico del paciente, para evitar tratamientos invasivos, innecesarios, que en el mejor de los casos lograrán leves elongaciones en flaccidez y nunca en erección. Es que las imágenes en la cultura, con relación al tamaño suelen estar distorsionadas y siempre sobredimensionadas.
Los varones entonces, compiten entre ellos y consigo mismos. En mi experiencia clínica con relación a este tema, que no es extensa, pues presumo que por pudor, los varones prefieren a sus congéneres para tratar estas cuestiones, descubrí interrogando cuidadosamente, que el rendimiento sexual era adecuado, sin queja de las compañeras. Por lo tanto reconfirmé que, la mayoría de las veces, éste es un problema con los otros varones.
Es extensa la población masculina preocupada por el tema, sobre todo, en grupos de jóvenes, que de no ser atendidos adecuadamente, pueden desarrollar diversas patologías siquiátricas. Entre ellas, trastornos de ansiedad y depresiones. Estos pacientes, revierten su cuadro con tratamiento psicológico.
Lamentablemente, suelen ser presa fácil de propuestas de tratamientos de “elongaciones milagrosas”, ya sea quirúrgicas, dietarias o cosméticas, que no sólo los despojan de su dinero, sino que les causan daños irreparables. Muchas de ellas ofrecidas en la red (web).
Aún así pienso que los pacientes tienen derecho a decidir por algunas técnicas que, en manos expertas, y con la información de la realidad del éxito a obtenerse, puedan mejorar su autoestima. Sin duda los penes pequeños existen, y sus dueños pueden querer mejorar su tamaño, del mismo modo que las mujeres agrandan o achican sus mamas, o echan mano de diversos tratamientos cosméticos y quirúrgicos.
Supongo que, nunca va a haber una respuesta apropiada a la pregunta: ¿importa el tamaño? Sin duda, el tamaño importa, cuando le importa a un individuo, y no tiene sentido decir que no le importa a todos. Es una necesidad sicológica y no biológica con grandes influencias culturales y raciales.
Afortunadamente, la mayoría de las mujeres no eligen a un compañero solamente por el tamaño de su pene. Es que no son realmente el pene y la vagina los que hacen el amor, sino ambos protagonistas enteramente.
Es nuestra tarea conducir a nuestros pacientes a derivar el goce sexual a todo el cuerpo, con los mejores sentimientos y mucho afecto.
Dra. Marta Rajtman, Bs. As., 2003

Narcisistas, enamoradizos e inescrupulosos....



Ensayo sobre el Don Juan

Publicado en: Revista Argentina de Psiquiatría Forense, Sexología y Praxis, de la Asociación Argentina De Psiquiatras, Año IV, Vol. 2, N° 2, Mayo De 1997, Bs.As. Fuente www.sexovida.com

“El mito es el sueño colectivo, y el sueño el mito privado”, Joseph Campbell.
Introducción
Fuente de inspiración para muchos autores, la figura de Don Juan ha ganado muchos seguidores en la realidad cotidiana. Para estos personajes narcisistas, enamoradizos e inescrupulosos, amados y envidiados tanto como odiados, todo vale a la hora de conquistar a una mujer. Sus orígenes literarios y una mirada en su psicología nos permitirán comprender mejor a estos seres seductores pero temibles, a los que se les puede asignar aquella frase de Oscar Wilde: siempre terminan destruyendo lo que aman.
Don Juan en el arte
El personaje de Don Juan no tiene realidad histórica, aunque se haya inspirado en seres con existencia real. A diferencia de Giovanni Jacopo Casanova (que es otro paradigma del eterno seductor ), un veneciano que escribió sus memorias describiendo hazañas eróticas de todo tipo -casi gimnásticas-, el Don Juan es una creación literaria.
Muchos escritores se dedicaron a él, entre los que se cuentan genios de la talla de Corneille, Molière y Rostand en la lengua francesa; lord Byron -que con este tema escribió un poema épico- y Bernard Shaw en la inglesa. Pero la versión más conocida por nosotros, quizás la primera, es la del escritor y monje español Tirso de Molina, quien nació en el siglo XVI. Se la conoce como “El burlador de Sevilla” y en ella, entre otras andanzas, se nos cuenta que Don Juan mata al comendador de esa ciudad cuando éste quiere vengar el honor mancillado de su hija. Luego, en el curso de una cena, en una de sus tantas bravuconadas, invita al espíritu del asesinado a que se presente, ya que él no teme su venganza. En realidad, la que se presenta a la fiesta es la estatua erigida en homenaje al comendador de Sevilla: es el famoso “convidado de piedra” que termina enviando al infatuado personaje a los infiernos. Dentro de la lengua española hay otro autor, José Zorrilla, quien retoma esta obra, pero termina redimiendo a Don Juan Tenorio al esposarlo con su verdadero amor, Doña Inés.
Los músicos no estuvieron exentos de la fascinación que produce esta figura; grandes compositores como Gluck y Richard Strauss le rindieron culto con sus obras. Sin lugar a dudas el caso más famoso es la ópera Don Giovanni de Wolfgang Amadeus Mozart quien, con libreto de Lorenzo Da Ponte -quizás influenciado por Tirso de Molina-, compuso esa obra inmortal donde el protagonista también es enfrentado por la estatua de piedra y condenado al fuego eterno. La ópera introduce al joven Leporello, que siempre acompaña a Don Giovanni, y en quien algunos han querido ver, cual alter ego, una vertiente homosexual del eterno seductor. Leporello es quien nos dice:
“Un catálogo tiene que yo he hecho;observad, leed conmigo.En Italia seiscientas cuarenta;en Alemania, doscientos treinta y una,cien en Francia, en Turquía noventa y una¡ pero, en España, pero en Españaya van mil tres, mil tres, mil tres!”
Algunas interpretaciones sobre el donjuanismo
Los donjuanes cotidianos se asemejan mucho al de la ficción; son individuos que necesitan seducir todo el tiempo, que aparentemente se enamoran del sujeto amado, pero una vez que lo han conseguido lo abandonan. No pueden quedar fijados en una persona determinada. Al igual que el personaje mítico son anarquistas del amor (1). Ignoran la felicidad, la virtud y la decencia. Consideran válida cualquier arma para conquistar, son los que dicen: en la guerra y en el amor todo vale, ya que los sentimientos hacia la otra persona no son tenidos en cuenta. Sólo les interesa el instante de placer, y el triunfo permanente sobre la mujer que someten y el marido o novio que logran burlar. El escritor mexicano Carlos Fuentes, en su libro “Terra Nostra”, pone en boca de Don Juan esta frase: “porque ninguna mujer me interesa si no tiene un amante, marido, confesor o Dios al cual pertenezca y si al amarla no mancillo el honor de otro hombre”.
El varón con conductas donjuanísticas percibe al amor como algo deportivo, como una competencia permanente y esto lo vemos en el personaje literario que juega apuestas con otros varones desafiándolos a que traten de conquistar mayor cantidad de mujeres que él. En la ópera de Mozart, Don Giovanni lleva una larga lista -como narraba antes el joven Leporello- donde anota los nombres de sus seducidas.
Una teoría interesante, se refiere a los sentimientos homosexuales latentes del Don Juan (2) quien, al llevarse a la cama a la mujer de otro, también estaría acostándose con el esposo o novio ultrajado. En Casanova, Caballero de Seingalt (como gustaba de llamarse a sí mismo), también aparecen rasgos sexuales equívocos en sus amores con mujeres trasvestidas como varones o muchachos jóvenes (3). Su narcisismo extremo lo lleva a revelar su esencia: “Pensé en casarme con ella cuando la amaba más que a mí mismo, pero cuando me alejé de su lado descubrí que el amor que sentía por mí mismo era más fuerte que el afecto que ella me había inspirado”. De esa manera , nos dice el psicólogo y sexólogo Roberto Rosenzvaig, “su aparente hedonismo de carácter absoluto oculta el desprecio por el placer compartido, porque su acción se convierte en un monólogo narcisista. Según Foucault los dos grandes sistemas de reglas que Occidente ha concebido para regir el sexo - la ley de la alianza y el orden de los deseos- son destruidos por la existencia de Don Juan”. (4)
Otra hipótesis más conocida atribuye al seductor crónico la búsqueda desesperada del personaje materno y el intento de recuperar a la madre en cada mujer. Pero, si esto se concretara en sus fantasías edípicas, inmediatamente tendrían que abandonarla porque de lo contrario significaría mantener relaciones con la mujer que lo ha traído al mundo, lo que los lleva a su eterna dificultad de amar a quien desean: son los que, acuciados por el fantasma del incesto, “cuando aman no pueden anhelar, y cuando anhelan no pueden amar”, en las palabras de Freud (5).
El estilo seductor puede tomar los rasgos de una verdadera compulsión; en este sentido es que el psicólogo Stanton Peele los define como adictos, en el sentido de que la adicción “es una experiencia nacida de la respuesta subjetiva y rutinizada de un individuo a algo que para él tiene un significado especial, algo que le da tanta seguridad y confianza que sin ello no puede vivir” (3). El mito descubre así “una característica del imaginario erótico masculino, corporizado en la posesión, la dominación y el libertinaje, que habría de campear hasta nuestro propio siglo y sobre la que se fundamenta la conquista compulsiva” (4).
A pesar de que el escritor Albert Camus decía que Don Juan se enamoraba de todas las mujeres, quizás intuimos que él cree estar enamorado; pero ese sentimiento es algo tan fugaz, que podríamos sospechar que nunca lo está. En todo caso constituye un deseo de tipo platónico: como verdadero amor nunca llega a concretarse. Platón decía que uno desea lo que no tiene; es lo que pasa con el Don Juan: una vez que posee lo que deseaba ya no le interesa más. Lo mismo ocurre si la mujer se enamora de él, esto es suficiente para que él la abandone. A veces ni es necesario que hayan mantenido relaciones sexuales, basta que le demuestre que estaría dispuesta a hacerlo para que se torne una victoria para él. Si la mujer que elige como presa le es indiferente, o no cede ante su artillería seductora, el Casanova se vuelve obstinado. Lo más probable es que si lo rechazan se encapriche y, valiéndose de todas sus artes, insista hasta conquistarla. (6)
¿Es el Don Juan una persona feliz?, se podría preguntar. Siguiendo con los arquetipos podemos citar el caso de Casanova, quien vivió sus últimos años en la ruina, olvidado en una biblioteca pública donde trabajaba como empleado, sin amigos, sin familia, sin dinero (7). Y no debemos olvidar que el Don Juan literario termina condenado a los infiernos. Si nos remitimos a la realidad, llegada cierta etapa de su vida, el Don Juan se encuentra con una limitación física para sostener su seducción; ya no puede resistir el ritmo de una maratón amatoria. En el film de Scola, “La noche de Varennes”, vemos a un Casanova ya viejo -interpretado por Mastroianni-, quien se encuentra con una mujer joven que queda prendada de él, o quizás de su fama, y el eterno seductor, ya vencido, le dice: “te encontré demasiado tarde en la vida y vos me encontraste demasiado temprano”. Al final, después de tanto seducir y abandonar, se encuentra con la soledad y esto comienza a pesarle. Me estoy refiriendo a un sujeto de 40 a 50. Muchos de ellos, pese a la edad, siguen viviendo con su madre, lo que corrobora la interpretación edípica del donjuanismo. La madre es la única mujer que no ha podido timar y, de alguna manera, se ha casado con ella.
Los donjuanes suelen divertirse con el sufrimiento ajeno: tienen razón las mujeres que los tildan de desalmados. Al menos no consideran al amor de la manera profunda y comprometida con que lo hace el común de la gente. Para ellos no existe el amor perdurable que motiva al otro, que enaltece; el suyo es un amor fugaz, que destruye (6). Esto se explica porque, en su seducción indiscriminada, estos seres no ven a las personas como tales, sino como personajes de sus propias fantasías; son los objetos de un botín al que aspiran.
Para el Don Juan no siempre es imprescindible la posesión sexual; si sólo le bastara lo carnal, aceptaría mantener relaciones con prostitutas, sin embargo éstas son mujeres a las que no les interesa seducir. Salvo estos casos, las demás le dan lo mismo: lindas o feas, jóvenes o viejas, exitosas o desdichadas, todas son iguales ante sus ojos. Lo más importante es el sometimiento de la voluntad. Por su narcisismo incorregible basta que una mujer le evidencie su entusiasmo, su admiración hacia él, que lo haga sentirse irresistible, para que goce con su aventura. Desde el lado femenino podría decir que, tengan o no una aventura con ellos, se sienten atraídas en un primer momento o, por lo menos, consideran interesantes a estos personajes. Es que el Don Juan vive seduciendo: si está reunido con amigos y llega una mujer, de inmediato cambia de actitud. Su instinto lo pone en alerta, le previene que ha llegado una presa.
No necesariamente, aunque en el imaginario colectivo se lo vea así, ser un Don Juan significa tener más aptitudes para la sexualidad. El mérito mayor, si es que lo tiene, es su facilidad para halagar la sensibilidad femenina: saben darle a cada mujer lo que ella está necesitando. En este sentido son personajes camaleónicos que se metamorfosean con la persona que tienen al lado: perciben muy rápido los gustos, debilidades, preferencias y carencias de la mujer, y con esos datos manejan la relación. Con respecto a la sexualidad habría, en todo caso, una mayor actitud que aptitud. No se trata de que sea un superamante o un superdotado, sino de su habilidad especial para captar el tiempo sexual de su compañera.
Hay quien podría pensar en una manifiesta inmadurez afectiva en estos personajes. La crisis que suelen tener cerca de los 50 se enlaza con su mundo de afectos insatisfecho, devastado. A esa edad, quien hasta ese momento sólo había sabido seducir y abandonar, se da cuenta que sus amigos están casados, que no tiene hijos, quizás sus mayores han muerto, y él ya no puede gozar de tanta compañía femenina como a los 20 o 30. A esto se suman los comentarios sobre su persona : ”¿Cómo puede ser que todavía no se haya casado?”. Tras esta pregunta puede aparecer el fantasma de la homosexualidad y comienza a tambalear su imagen social de la que tanto alardeaba (una característica de estos individuos es pavonearse con sus hazañas). Todo esto deriva en conflictos que evidencian su fragilidad emocional, sus carencias afectivas, su inmadurez para mantener una relación de pareja fuera de los parámetros a los que estaba acostumbrado. Si bien hay casos que esta crisis los lleva a replantearse su existencia y desean formar una familia, hay otros que llegan a los consultorios buscando - como decía un paciente- “que le vuelvan a dar energía para continuar en carrera”. Si recuperan su autoestima algo alicaída, se ríen de los comentarios que los llevaron a ese trance y quieren seguir con sus conquistas. Otros, los más sensibles e inteligentes, quieren asentarse y tener hijos; se sienten urgidos por la edad y buscan ayuda para encaminar sus vidas (6).
Para lograr lo anterior deben cambiar la imagen que tienen de la mujer ya que son machistas, con una visión distorsionada de las mujeres. De hecho, el sexo femenino es algo que Don Juan manipula a su antojo para conseguir satisfacción. Él justifica esta actitud desamorada con una explicación muy práctica: “ya no siento eso que sentía, lo que hubo entre nosotros se acabó, debo buscar algo nuevo”. Se podría suponer en una vertiente fóbica en estos personajes, con una necesidad de poner distancias en los contactos afectivos duraderos, ya que serían vistos como una amenaza de castración. Lo cierto es que, en algunos casos, la fobia ante la figura femenina -objeto fobígeno por excelencia para el Don Juan- es trasmutada en una actitud de embeleso y seducción permanente.
Conclusiones
Hay quienes piensan que son unos triunfadores en el campo amoroso tanto como en otro orden de cosas, pero no confirmaría tal paralelismo. Si bien el Don Juan cree dominar a la perfección las artes amatorias, puede no tener la misma habilidad para estar al frente de un negocio, seguir una carrera universitaria o asumir el compromiso de la paternidad. Su elemento fundamental, su materia básica y leit motiv existencial es la seducción, donde los demás lo suponen un experto.
Pero los años pasan y si con 60 pretende seducir a mujeres de 20, no va a tener mucho éxito y quedará ridiculizado, fuera de contexto. Lo que hacen otros Casanovas es guardar el espíritu guerrero para una que otra ocasión en la que se permiten un desliz. Pero antes que nada se aseguran una buena contención afectiva a través del matrimonio y la paternidad: algunos llegan a ser excelentes padres.
Otro aspecto a destacar es la actitud frente al mundo varonil: también seduce a sus compañeros desde su virilidad, contándole sus hazañas, presentando sus nuevas conquistas. Si la reciente aventura del eterno seductor es joven y bonita, y el amigo del Don Juan es casado, se produce la combinación ideal para que nuestro personaje se convierta en un ideal del yo, porque él impresiona como logrando todo lo que el otro no puede. Esto se acentúa en un sociedad patriarcal y falocéntrica, es por ello que causan tanta fascinación. Él sabe y puede, al menos en lo que a conquistas amorosas se refiere. En cuanto al contacto auténtico y hondo, enaltecedor, de solidaridad, compañerismo, amor y compromiso, termina siendo un patético fracaso.
Bibliografía
(1) Sapetti, A.; Rosenszvaig R.: Sexualidad en la pareja. Editorial Galerna, 1987, Bs. As.
(2) Kaplan, H.; Sadock, B.; Grebb. J. : Synopsis of Psychiatry, 7th edition. Williams & Wilkins, 1994, Baltimore, USA.
(3) Rosenzvaig, R.: La pareja al desnudo. Editorial Sudamericana, 1994, Bs. As.
(4) Rosenzvaig, R.: Los fantasmas del amor. Editorial Sudamericana, 1996, Santiago de Chile.
(5) Freud, S.: “Sobre una degradación general de la vida erótica”, en : Ensayos sobre la vida sexual y la teoría de las neurosis. Obras completas, Editorial Biblioteca Nueva, 1948, Madrid.
(6) Sapetti, A.: Los varones que saben amar. Editorial Galerna, 1996, Bs. As.
(7)Trachtenberg, P.: El complejo de Casanova. Editorial Sudamericana, 1992, Bs. As.
Dr. Adrián Sapetti.

Erotismo y Diversidad Sexual


Medicalización, erotismo y diversidad sexual:
Una crítica sexológica al DSM-IV-TR (I parte)
Medicalization, eroticism and sexual diversity:
a sexological critique of the DSM-IV-TR (I part)
B. Useche Aldana, PhD
Senior Research Associate
University of Texas, Houston. School of Public Health
Correspondencia:
Bernardo Useche Aldana
University of Texas
School of Public Health
1200 Herman Pressler. RAS EGII
Houston, TX 77030 (EE.UU.)
E-mail: buseche@sph.uth.tmc.edu
Resumen
Las dos partes en que se divide este artículo presentan una crítica a la clasificación de las “Disfunciones Sexuales” y de los
“Trastornos de la Identidad de Género” que se incluye en la versión revisada de la cuarta edición del Manual Diagnóstico y
Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Psiquiátrica Norteamericana (APA). La crítica está desarrollada con
base en tres fundamentos teóricos: 1) un modelo sexológico basado en el reconocimiento del erotismo como función principal
de la sexualidad humana; 2) los estudios más recientes sobre la evolución de la sexualidad; y 3) un análisis de la sexualidad
humana en el contexto de la globalización de la actual sociedad de mercado y de su impacto sobre las identidades y estilos
de vida sexuales de la población. En esta primera parte se señalan las limitaciones de los modelos implícitos en la actual
clasificación de las disfunciones sexuales y de las parafilias, se proponen conceptos alternativos y se subraya la necesidad de
revisar las categorías clínicas que actualmente se fundamentan únicamente en la función reproductora y en un modelo que reduce
la sexualidad al plano de la fisiología. Se concluye, además, que la presente clasificación hace parte de ltendencia
a medicalizar la sexualidad para comercializarla y utilizarla ideológicamente como elemento de estabilidad y control social.
Palabras clave: medicalización, disfunciones sexuales, parafilias, salud sexual.
Summary
The two parts in which this article is divided present a critique of the categories of “Sexual dysfunctions” and “Gender identity
disorders” included in the Fourth Edition of the Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (Text Revision) by the
American Psychiatric Association (APA). The critique is based on three theoretical fundamentals: 1) A sexological model based
on the acknowledgment of eroticism as the main function of human sexuality; 2) A discussion of the most recent studies on the
evolutionary origins of sexuality; and 3) An analysis of the impact that the globalization of market society has had on the populations’sexual
identities and sexual practices. This first part points out the limitations of the models used to define sexual dysfunctions
and paraphilias; it proposes alternative concepts; and it underlines the necessity to review clinical concepts based only on
Fecha de recepción: 27 de julio de 2004.
Fecha de aceptación: 15 de diciembre de 2004.
A la memoria de Heli Alzate (1934-1998).
Introducción
Uno de los debates más importantes en la sexología contemporánea es el relacionado con las formas específicas de medicalización de la sexualidad que se han originado en las últimas décadas como consecuencia de la globalización de la economía de mercado (1, 2). En esta controversia, juega un papel principal la discusión de los modelos teóricos de la Respuesta Sexual Humana propuestos por Masters y Johnson (3)1 y por Helen Kaplan (4, 5),2 modelos que todavía predominan en la literatura
sexológica y constituyen el fundamento de la clasificación de los problemas sexuales del manual de diagnóstico de la Asociación Psiquiátrica Norteamericana (APA), incluida su última versión: el DSM-IV-TR (6). La APA divide los problemas sexuales en 3 grandes grupos: disfunciones sexuales, parafilias y trastornos de la identidad de género. La primera parte de este artículo
se centra en el análisis de las limitaciones de los principales fundamentos teóricos explícitos o implícitos en las formulaciones del DSM-IV-TR con respecto a las disfunciones sexuales y a las parafilias y en señalar inconsistencias en la definición de estas categorías en orden de
sustentar por qué merecen ser revisadas. La segunda parte desarrolla con más profundidad la tesis según la cual las variaciones de la identidad y rol sexuales que hoy tienden a ser agrupadas bajo la denominación general de transgenerismo deben dejar de considerarse trastornos mentales
y, por lo tanto, los trastornos de la identidad de género deben excluirse de las clasificaciones psiquiátricas. El análisis de las definiciones y conceptos explícitos o supuestos en el manual se realiza sin perder de vista que existe una tendencia a sobredimensionar la prevalencia
de disfunciones sexuales y a medicalizar la sexualidad, en particular la sexualidad femenina, con el
propósito de comercializarla, política que ha generado un movimiento de resistencia en un sector cada vez más amplio de la comunidad sexológica (7, 8). Sin embargo, a diferencia de los autores que no sólo critican el modelo de la Respuesta Sexual Humana, sino que apoyados
en el enfoque del constructivismo social se resisten a emplear cualquier modelo que facilite una mejor comprensión de la sexualidad humana y sus problemas, pues consideran que no es posible establecer un criterio universal de “normalidad”, aquí se plantea que el compartir
las críticas a la sexualidad como mercancía y a los modelos reduccionistas de la sexualidad no excluye la posibilidad de desarrollar constructos teóricos que permitan avanzar en el desarrollo de enfoques terapéuticos y en la investigación sexológica rigurosa y sistemática.
Por esta razón, se presenta a continuación el modelo elaborado por Heli Alzate, uno de los pioneros de la sexología en Latinoamérica, como una alternativa a los modelos de Masters y Johnson y Helen Kaplan (9).3 El modelo de Alzate parte de la premisa fundamental de considerar lo
erótico como núcleo fundamental de la sexualidad humana, y de aceptar, por tanto, la búsqueda y el ejercicio consciente y responsable del placer sexual como actividades saludables del ser humano, sin sujeción a la función reproductora o a la exigencia de ligar necesariamente la
experiencia sexual a un vínculo amoroso (9, 10, 11).
La función erótica y los problemas sexuales
El DSM-IV-TR clasifica a su vez las disfunciones sexuales básicamente en tres subgrupos: trastornos deldeseo, trastornos de la excitación y trastornos orgásmicos, adoptando de manera explícita un modelo que integra las fases descritas por Helen Kaplan con las fases de la Respuesta Sexual Humana propuestas por Mastersç y Johnson. Visto desde una perspectiva histórica,
el trabajo de estos investigadores norteamericanos constituyó una contribución al conocimiento de la fisiología sexual y a la terapia sexual; no obstante, desde un primer momento, especialmente desde las filas del movimiento feminista, se señalaron sus limitaciones.
El hecho de focalizar la atención en aspectos meramente somáticos y la consecuente omisión de componentes claves de la experiencia sexual como son los relacionales,las percepciones subjetivas y el contexto socioeconómico y cultural originó que sexólogos como Heli Alzate (9) y Leonor Tiefer (12, 13) criticaran el modelo de la Respuesta Sexual Humana por su “reduccionismo
biológico” (9, 12, 13).
Aunque se observa en los autores del DSM-IV-TR cierto esfuerzo por darle mayor importancia a los aspectos subjetivos, el reduccionismo biológico persiste en la actual edición del manual de diagnóstico de la APA.
Así, por ejemplo, el criterio para definir un trastorno de la excitación sexual en las mujeres es “la incapacidad persistente o recurrente para alcanzar o mantener hasta
el término de la actividad sexual una adecuada respuesta de vaso congestión y lubricación”5 (código 302.72).
Este tipo de definiciones, que se limitan a respuestas somático-periféricas aisladas que no incluyen siquiera los factores subjetivos propios de la experiencia sexual humana ni los aspectos relacionales que típicamente hacen parte de las “relaciones sexuales”, mucho menos el
contexto socioeconómico y cultural, se han criticado desde dos posiciones diferentes: la de los investigadores que proponen modificaciones parciales al modelo de la Respuesta Sexual Humana descrito en el DSM con el objeto de crear nuevas categorías diagnósticas (14-17); y la
posición de quienes rechazan en su totalidad los modelos de Masters y Johnson y de Helen Kaplan, por centrarse únicamente en lo biológico, por el desconocimiento de las particularidades de la sexualidad femenina y por su origen en un modelo médico más interesado en “patologizar”
y comercializar la sexualidad que en explicar su complejidad y sus determinantes sociales (7).
Los primeros, entre quienes se destaca la psiquiatra canadiense Rosemary Basson, plantean, por ejemplo, que se deben reclasificar las disfunciones excitatorias femeninas en dos subtipos: genitales y subjetivas (18).
El problema con este enfoque reside, como correctamente ha señalado Leonor Tiefer, en que los investigadores que actualmente formulan nuevas categorías diagnósticas son financiados por la industria farmacéutica y estos estudios se realizan expresamente con el objeto
de crear nuevas disfunciones sexuales femeninas que permitan abrir un mercado para la comercialización masiva de medicamentos y procedimientos médicos (1, 7, 8, 19-21). La respuesta de los académicos que colaboran con sus estudios en este proceso de medicalización y comercialización de la sexualidad se ha reducido hasta ahora a la afirmación de que sin el dinero de los grandes laboratorios es imposible hacer investigación (22), argumento que simplemente acepta que el conocimiento sexológico debe coincidir y servir los intereses de las compañías que financian los estudios y demuestra el desinterés por contribuir a la salud sexual de toda la población
y no únicamente de quienes pueden pagar por los productos que salgan al mercado. Tiefer (7, 12) y sus colegas del “grupo de trabajo por una nueva visión de los problemas sexuales de las mujeres”
critican el modelo de Masters y Johnson y el DSM por reducir los problemas sexuales a problemas
fisiológicos, con lo que ignora las desigualdades “relacionadas con género, clase social, etnia, orientación sexual, etc”. Hacen énfasis también en que el modelo no diferencia entre la sexualidad masculina y femenina y sus problemas, y en que no existe un patrón de respuesta sexual universal que pueda ser considerado “normal”. Defienden además la necesidad de una clasificación alternativa de los problemas sexuales femeninos que parta de reconocer el papel de las fuerzas económicas y del contexto sociocultural como determinantes de la sexualidad, por lo que proponen agrupar los problemas sexuales de las mujeres en cuatro grandes grupos: 1. Problemas sexuales debidos a factores económicos, políticos o socioculturales. 2. Problemas sexuales relacionados con la pareja o la relación. 3. Problemas sexuales debidos a factores psicológicos. 4. Problemas sexuales debidos a factores médicos (7).
La crítica de Tiefer señala con certeza las serias limitaciones del modelo de la Respuesta Sexual Humana y del manual de la APA;6 asimismo, la nueva clasificación de los problemas sexuales femeninos definitivamente apunta a corregir la visión fisiologista y conductista responsable de mantener durante décadas el estudio de la sexualidad y los problemas sexuales alejados de su contexto social, económico y político, como si la vida sexual de las personas existiera en el vacío.
El llamado a oponerse a que la sexualidad se reduzca y sirva exclusivamente a los intereses comerciales de las grandes corporaciones que producen medicamentos es ciertamente una contribución a la sexología(1).
No todos los críticos de la Respuesta Sexual Humana y del modelo trifásico de Kaplan coinciden en negar la importancia teórica y utilidad clínica de un modelo explicativo de la experiencia sexual humana. Es en este sentido en el que aquí se propone rescatar el modelo que fuera desarrollado hace 17 años por Heli Alzate (9), precisamente con el propósito de superar el “reduccionismo periférico” de los modelos de Masters y Johnson y de Helen Kaplan (Fig. 1). El modelo de la función sexual propuesto por Heli Alzate7 (9) integra las diferentes fases (apetitiva, relacional, estimulatoria, excitatoria y orgásmica) en sus diversos planos (psíquico o central, somático o periférico y
externo o comportamental), con lo que facilita la investigación en profundidad de aspectos fisiológicos, subjetivos y comportamentales de la vivencia erótica, a la vez que favorece una aproximación clínica apropiada a la complejidad de los problemas que entorpecen su pleno
disfrute (23, 24). En primer lugar, Alzate incorporó el componente relacional
que en los modelos de Kaplan y Masters y jonson estaba ausente y obligaba a estudiar los problemas de pareja de manera superpuesta al problema sexual. En la perspectiva de Alzate, la fase relacional está definida básicamente por la búsqueda de parejas -objeto de deseo-,
con el propósito de participar de actividades sexuales placenteras.8 El condicionamiento cultural es, sin embargo, responsable de la sobrevaloración y distorsión del papel del enamoramiento que lleva a muchas personas a considerar que los vínculos afectivos son requisito obligado para participar en una actividad sexual, pues erróneamente creen que el amor es condición imprescindible
para dignificar el erotismo. Es evidente que los problemas relacionales inciden directa o indirectamente en el desempeño sexual y en el grado de satisfacción erótica obtenida, y que, por lo tanto, se hace necesario evaluar este componente para obtener una mejor comprensión
de los problemas asociados con el deseo, la estimulación/ excitación o el orgasmo.
La inclusión de los planos psíquico o central, somático o periférico y externo o comportamental contribuye a resolver la posición dualista soma/psique que ha prevalecido hasta ahora en la aproximación a los problemas sexuales y, a la vez que reconoce que existe una base material (el sistema nervioso central) para los fenómenos psicológicos, acepta que el contexto sociocultural
y la experiencia individual determinan y moldean las percepciones subjetivas y las manifestaciones
somáticas del deseo, la excitación y el orgasmo. Desde el punto de vista meramente clínico, la evaluación diferencial de fases y planos facilita la definición de pautas, procedimientos y técnicas de intervención educativa o terapéutica dentro del criterio desarrollado también por Alzate según el cual la gran mayoría de los problemas sexuales son problemas menores originados en la ignorancia, la falta de experiencia u oportunidades y a los efectos de la asimilación individual de la erotofobia
predominante en la cultura. “Los problemas sexuales mayores son aquellos que tienen causas más complejas, de tipo psíquico (psicosocial), somático o mixto, y requieren tratamiento especializado, aunque algunos de ellos también presentan el componente de ignorancia sexual, típico de los problemas menores” (9).
Además de definir el problema sexual como “la creencia, orientación, estado o comportamiento sexual que subjetivamente frustra o disminuye el placer específico deseado, o que tiene consecuencias síquicas o somáticas nocivas (indeseables) para el individuo, la pareja
sexual o los demás” (9), Alzate consideraba que no existen “enfermedades sexuales” sino personas con problemas sexuales originados principalmente en “el condicionamiento cultural erotófobo”, “la socialización sexual
de la mujer basada en el romanticismo alienante y en el aprendizaje del maternalismo” y en el permanente conflicto entre el deseo sexual individual y la erotofobia social. Erotofobia que a su vez es responsable de que muchas personas adultas permanezcan en la ignorancia
con respecto a la fisiología del erotismo, la complejidad emocional de la experiencia erótica, la particularidad del aprendizaje requerido para integrar a la vida diaria actitudes positivas con respecto al placer sexual y para desarrollar el repertorio comportamental y los criterios de ética sexual que hagan posible una vida sexual satisfactoria y saludable.
Consecuente con su planteamiento, Alzate esbozó una nueva clasificación de los problemas sexuales mayores de acuerdo con las fases y planos de su modelo, al mismo tiempo que insistió en la importancia fundamental
de una educación sexual positiva, es decir, una educación
con el objeto de prevenir y solucionar la inmensa
cantidad de problemas sexuales menores que hacen miserable
la vida sexual de buena parte de la población.
Finalmente, su concepto del terapeuta sexual como
un profesional debidamente calificado, que entiende su
función en términos de promover el placer sexual de
las personas que consultan, contrasta con el rol médico
tradicionalmente relacionado con evitar o eliminar
el dolor y con la motivación meramente mercantilista
de los nuevos “sexólogos”, profesionales de la medicina
con actitudes negativas hacia el erotismo, las cuales
son racionalizadas con el argumento de que en estos
tiempos la medicalización del placer sexual es una nueva
y lucrativa franja del mercado.
Parafilias y fase relacional
de la Función Sexual Humana
Precisamente, en cuanto a las parafilias, la conceptualización
subyacente al DSM-IV-TR está referida a la fase relacional,
la cual, como se anotó anteriormente, está ausente
en los criterios para definir las disfunciones sexuales. El
manual de la APA se apoya implícitamente en las teorías
según las cuales lo patológico de las parafilias reside en
que en estas conductas se ha separado completamente el
deseo sexual y la capacidad excitatoria y orgásmica del vínculo
amoroso con una pareja apropiada para asociarse, incluso
en las fantasías a “objetos no humanos”, a la “humillación
de la persona misma o de su pareja sexual”. Estos
B. Useche / Sexología Integral 2005; 2(1): 36-42 40
9John Money (26) propone una teoría en la que las distintas parafilias son interpretadas como estrategias que le permiten al individuo, condicionado
por las culturas donde ha prevalecido el cristianismo, disociar el deseo prohibido y pecaminoso del amor santificado, y en consecuencia clasifica
las más de 40 parafilias que se han logrado documentar en 7 grandes estratagemas: expiatorias, predatorias, mercantiles, talismánicas, estigmáticas,
solicitacionales y de sustitución.
10Las cuatro fases del cortejo según Freund son: escogimiento inicial de la pareja, interacción pre-táctil (posturas, gestos, verbalizaciones), interacción
táctil y contacto genital.
conceptos coinciden con la definición de John Money (25,
26), para quien una parafilia es “un trastorno del amor o
de la capacidad de enamorarse”, causado por la vandalización
del mapa sexo-erótico normal del individuo,9 y con
la idea de Kurt Freund (27) según la cual las parafilias son
esencialmente “trastornos del cortejo”, es decir, distorsiones
de las fases normales que según este autor se suceden
en el proceso normal de búsqueda de pareja sexual.10
Los comportamientos denominados parafilias ciertamente
se caracterizan por incluir como objeto de deseo
una pareja no socialmente aceptada o un objeto inanimado;
pero, al focalizar la atención en la fase relacional
de la función erótica como un elemento aislado
del contexto social, se deja de lado el hecho de que la
persona que presenta la parafilia probablemente ha sido
objeto del condicionamiento que sobre el individuo
ejerce una dinámica social cada vez más patológica que
determina negativamente la libre búsqueda y encuentro
de parejas sexuales “apropiadas”. Si bien puede documentarse
la existencia de parafilias a lo largo de toda
la historia y seguramente en muchos de estos casos
hay experiencias individuales emocionalmente traumáticas
que contribuyen a explicarlas, lo cierto es que
la ahora llamada “sociedad de mercado” (28) ha extremado
las condiciones que obstaculizan el hallar parejas
sexuales en la tradición de la familia típica de períodos
sociales anteriores.
En segundo lugar, el DSM-IV-TR incluye como rasgo
esencial de algunas parafilias el que estas actividades
sexuales se lleven a cabo “con niños o personas que
no dan su consentimiento para participar en la actividad
sexual”. En este punto, nadie discute que toda actividad
sexual que no sea voluntaria y consensual, involucre
a niños con adultos o sea lesiva para otra persona
es completamente inaceptable y debe ser objeto
de la acción legal apropiada. Sin embargo, la pregunta
es si todas estas conductas constituyen de por sí una patología
mental o si, como Thomas Szasz (29) ha argumentado,
el incluir las ofensas sexuales y otros comportamientos
sexuales delictivos en las clasificaciones
psiquiátricas es simplemente una modalidad más de la
medicalización de la sexualidad. De hecho, muchas de
las parafilias pueden considerarse inofensivas y se practican
voluntaria y consensualmente. Ahora la sanción
legal se justifica en el caso particular de las parafilias
cuya práctica puede lesionar a alguien, al igual que el
tratamiento médico, psicológico o sexológico estaría
indicado para aquellas parafilias que presentan un carácter
exclusivo o compulsivo, aunque entendiéndose
que la patología reside en la compulsividad, mas no en
la práctica erótica.
Bien lo expresó Heli Alzate (9) cuando definió su concepto
de normalidad sexual: “El criterio sexológico de
normalidad, que se fundamenta en los criterios biológico
y de salud mental verdaderos, establece que una conducta
sexual, por muy extraña o repugnante que parezca, sólo
puede ser considerada anormal, inadecuada o patológica
si es intrínsicamente nociva para la integridad somática
o síquica del individuo o de otras personas”.
Por su parte, Ullerstam (30) en su texto sobre Las minorías
eróticas insiste en la necesidad de respetar el derecho
al placer sexual que tienen las personas que presentan
parafilias inofensivas, a quienes no se debe rechazar
o castigar por comportamientos que satisfacen
necesidades sexuales originadas en experiencias personales
de las cuales no son responsables. Más recientemente
y con fundamento en un riguroso estudio del
DSM-IV-TR, Moser y Kleimplatz (31) han llamado a
la remoción de las parafilias de las clasificaciones psiquiátricas
al concluir que el concepto de parafilia es
ambiguo, no describe un trastorno mental específico,
ni cumple con los criterios del mismo manual para definir
un trastorno mental; para estos autores, el confundir
variantes inusuales de la conducta sexual con
psicopatología no sólo lesiona y discrimina a quienes
practican estas variantes, sino que es utilizado como argumento
para “… la opresión de las minorías sexuales
y para servir agendas políticas”.
Referencias
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J Sex Research 2000; 37: 273-83.
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Routledge; 2004: 71-86.
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